El decrecimiento económico es un concepto político que
parte de la base de que el crecimiento económico generalizado no produce
efectos positivos para el ser humano y su medio. El decrecimiento económico se
vincula con los conceptos de postdesarrollo y de decrecimiento sostenible,
entendiendo la sostenibilidad como una propuesta de organización colectiva para
evitar las consecuencias negativas de la necesaria disminución en la producción
de bienes preconizada por el decrecimiento económico
( Valentín Pérez).
Los defensores del decrecimiento
argumentan, entre otras muchas cosas, que para evitar las crisis que podrían
derivarse del crecimiento negativo y para conseguir que nadie fuera excluido,
el proceso de decrecimiento debe combinar simultáneamente una reducción del
consumo, una reducción de la producción y el reparto del trabajo ( Eser).
La doctrina del decrecimiento está
fundamentada sobre cuatro premisas:
1. El funcionamiento del sistema económico
actual depende de recursos y energías que se van a agotar. Por lo tanto, no es
viable a largo plazo.
2. El crecimiento económico va a tener
siempre una relación directa con el crecimiento del impacto ecológico.
3. Los bienes y servicios producidos por
las economías no son la única riqueza: también lo son la buena salud
medioambiental, la justicia eficaz y eficiente, los procesos de
democratización, el carácter participativo de las instituciones, etc. El
crecimiento de la riqueza material, medido en términos monetarios, se realiza
en detrimento de estas otras riquezas. Por lo tanto, la persona debe volver a
estar por encima de la economía.
4. Las sociedades actuales están alienadas
por el consumo masivo de bienes materiales fútiles y artificiales.
Decrecimiento vs desarrollo sostenible
En un planeta donde los recursos son limitados, no es
posible soportar el crecimiento perpetuo del nivel de consumo actual. El
decrecimiento se opone tanto a la economía neoliberal como a la noción de
desarrollo sostenible. Desarrollo y sostenibilidad serían, hoy por hoy, incompatibles.
El desarrollo sostenible ha pasado a convertirse en un argumento que utilizan
los gobiernos y las propias multinacionales para demostrar, supuestamente, que
tienen en cuenta los efectos medioambientales a la hora de tomar decisiones
(Valentín Pérez).
Por una sociedad de decrecimento
Uno de los grandes divulgadores del
concepto de decrecimiento, es el profesor de economía Serge Latouche. En un
artículo publicado por Le Monde Diplomatique en noviembre del 2003, Latouche
analiza como la sociedad del crecimiento no es sostenible desde el punto de
vista de la capacidad de regeneración de la biosfera: " un ciudadano de Estados
Unidos consume en promedio 8,6 hectáreas, un canadiense 7,2, un europeo medio
4,5. Estamos muy lejos de la igualdad planetaria y más aún de un modo de
civilización duradero que necesitaría restringirse a 1,4 hectáreas, admitiendo
que la población actual se mantuviera estable".
En este contexto "el decrecimiento es
una necesidad, no un principio, un ideal, ni el objetivo único de una sociedad
del post-desarrollo y de otro mundo posible". El decrecimiento no supone un
crecimiento negativo, sino tal como y como Latouche subcribe en su artículo
" avanzar retrocediendo".
Latouche expone como primer punto que "para concebir una sociedad
serena de decrecimiento y acceder a ella, hay que salir literalmente de la
economía. Esto significa cuestionar la hegemonía de la economía sobre el resto
de la vida en la teoría y en la práctica, pero sobre todo dentro de nuestras
cabezas". Asimismo Latouche
sintetiza las posibles metas a conseguir, en lo que el denomina, el programa de
las seis "R": "Reevaluar,
Reestructurar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar, Reciclar. Esos seis objetivos
interdependientes ponen en marcha un círculo virtuoso de decrecimiento sereno,
amigable y sustentable. Podríamos incluso alargar la lista de las "R"
con: reeducar, reconvertir, redefinir, remodelar, repensar, etc., y por
supuesto relocalizar, pero todas esas "R" están más o menos incluidas
en las seis primeras".
Críticas
al concepto
El
economista José Manuel Naredo hace una revisión del término decrecimiento en un
artículo presentado en la publicación Viento
Sur denominado “Reflexiones sobre la
bandera del decrecimiento”. En el mismo Naredo destaca sus puntos de vista
sobre el tema del decrecimiento respondiendo a la pregunta que le hizo Jorge
Riechmann en su libro titulado “Luces en el laberinto. Autobiografía
intelectual. Alternativas a la Crisis”.
En algunos fragmentos de la misma
decía:
“La
noción ordinaria de crecimiento económico encuentra ese respaldo conceptual en
el reduccionismo pecuniario de la idea usual de sistema económico y de los
agregados que lo cuantifican en el sistema de cuentas nacionales. Ya vimos que
la mitología del crecimiento se apoya en la metáfora de la producción, que
oculta el lado oscuro e indeseado del proceso económico. Ya comentamos que lo
que se entiende normalmente por crecimiento no es otra cosa que el crecimiento
del producto o renta nacional. Y en este marco de referencia, el decrecimiento
tiene también nombre propio: se llama recesión y conlleva la caída de esa renta
o producto nacional y el empobrecimiento del país, con consecuencias sociales
generalmente indeseadas. Por lo que, de entrada, el objetivo del decrecimiento
no puede resultar atractivo para la mayoría de la población” […]Pero
la idea general del decrecimiento tampoco encuentra solidez conceptual fuera
del reduccionismo propio del enfoque económico ordinario. Pues desde los
enfoques abiertos y multidimensionales de la economía ecológica, o desde lo que
yo llamo el enfoque eco-integrador, no hay ninguna variable general de síntesis
cuyo crecimiento, o decrecimiento, se pueda considerar inequívocamente
deseable. […]Considerando,
como subraya Georgescu-Roegen, que la Tierra es un sistema cerrado en
materiales, lo que permite verla como un gran almacén de recursos naturales, el
creciente uso y deterioro de estos recursos que genera la actual civilización
industrial, no puede menos que apuntar a una merma en las disponibilidades y a
un menor uso futuro de los mismos. Desde esta perspectiva, el “decrecimiento”
en el uso de determinados recursos será el horizonte obligado hacia el que
apuntan las tendencias en curso. Aprovechando esta evidencia, Serge Latouche
propone prever y planificar este “decrecimiento” para evitar que se produzca de
forma dramática y habla de la necesidad de aplicar una lógica económica
diferente para conseguirlo, que es lo que yo vengo proponiendo desde hace
tiempo. Llegados a este punto, creo que el principal objetivo a plantear es
cambiar esa lógica y reconvertir el metabolismo económico de la sociedad. El
problema estriba en que anteponer el objetivo del “decrecimiento” genera
confusión cuando permanece en vigor la mitología del crecimiento y cuando los
objetivos más generales de “cambio” y “reconversión” del sistema económico
están todavía lejos de ser comprendidos y asumidos por la población. Por lo que
creo que el movimiento ecologista tendría, sobre todo, que hacer más hincapié
en ellos y en la propuesta “mejor con menos”, que sustituye con ventaja a la
del “decrecimiento”( Naredo, 2011).
En el propio artículo, Naredo
hace una llamada de atención a los ecologistas partidarios del concepto en un
momento en el que el decrecimiento viene impuesto “desde el poder estatal y
empresarial en forma de recortes de salarios, pensiones, gastos sociales o
plantillas…”, haciendo alusión al
contexto actual de crisis generalizada.
Por
otro lado Naredo apuesta por un proceso de reconversión más que decrecimiento:
“El
estancamiento o el decrecimiento de los agregados monetarios suele,
ciertamente, moderar, pero no evitar, el deterioro del medio natural que
ocasiona el proceso económico, que a la postre lo hace inviable. Sólo la reconversión del proceso puede evitarlo en la
medida en la que —siguiendo el ejemplo de la biosfera— apoye sus flujos físicos
en fuentes renovables y cierre los ciclos de materiales obtenidos de la corteza
terrestre, reconvirtiendo los residuos en recursos o inertizándolos y
reinsertándolos en el entorno sin deteriorarlo (Naredo,2011).
No
olvida el autor como los propios propulsores de las teorías del decrecimiento,
Nicholas Georgescu-Roegen y Jacques Grinevald tenían en cuenta las
desigualdades económicas en el mundo, “se
presta a decretar por todas partes la misma divisa del decrecimiento”.Recoge
Naredo las palabras de Georgescu-Roegen:
“dada la naturaleza humana… si
frenáramos por todas partes el crecimiento económico, congelaríamos la
situación actual y eliminaríamos la posibilidad de las naciones pobres de
mejorar su suerte”.
En la misma línea crítica, Eduardo Gudynas (secretario ejecutivo
del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES)) en Uruguay, en una
entrevista realizada por el medio rebelión.org declaraba lo siguiente al
respecto:
“Es que el decrecimiento sigue
siendo una reacción al “crecimiento” y el Buen Vivir se desacopla, se
desentiende del crecimiento o el decrecimiento. Las propuestas más prácticas de
Latouche de un decrecimiento resultan totalmente insuficientes para el contexto
latinoamericano. Son, por ejemplo, muy débiles en cuestiones ambientales, no
reconocen los derechos de la naturaleza, se preocupan mucho por cuestiones casi
instrumentales como sus “r”, de reutilizar, redistribuir, reducir, etc. Tampoco
es una propuesta intercultural: acepta que el sur debe hacer su propio
decrecimiento, pero no ha avanzado en cómo dialogar con esas otras culturas. A
mi modo de ver, el decrecimiento es un movimiento entendible en los países
industrializados, con altos niveles de opulencia, pero no puede ser el objetivo
o meta de una alternativa al desarrollo. En nuestras propuestas el
decrecimiento, en vez de ser una meta, es una consecuencia de otros cambios más
profundos. En América del Sur habrá sectores que deberán decrecer, por ejemplo,
en el consumo suntuario, pero otros deberán crecer, como es el caso de
infraestructura en escuelas o centros de salud” (Gudynas, entrevista 2012).
Páginas web:
Declaraciones Serge Latouche:
Artículos:
-Naredo José Manuel (2011), “Reflexiones sobre la bandera
del decrecimiento”, Viento Sur nº 118,